Si algo ha demostrado Cipriani es ser un gran conocedor del arte de la guerra, y lo practica corajudamente, inclusive arriesgándose. Al César lo que es del César. Por ello, no debemos dejarnos engañar. La suspensión del padre Gastón Garatea en el ejercicio de sus funciones pastorales no debe entenderse solo como un atropello del malo de Cipriani contra el bueno de Gastón. Cipriani se ha lanzado a hacer esta nueva movida bajo las siguientes premisas: Primera, hay un sector de la Iglesia que todavía no se le somete. Segunda, Gastón Garatea es uno de los representantes principales de este sector. Tercera, hay que aprovechar el poder alcanzado. Y tal vez esté en lo cierto.
Efectivamente, existe un sector de la Iglesia católica que todavía se le rebela. Se trata de un sector medio difuso que se ha autoimpuesto el silencio y se encuentra muy debilitado por los golpes del cardenal. Es el caso de la Iglesia del sur andino. Pero este sector existe y prueba de ello es que Cipriani acaba de fracasar en su cuarto intento por llegar a ser presidente de la Conferencia Episcopal Peruana.
También es cierto que Gastón es uno de los sacerdotes más representativos de este sector. Sería absurdo negar que personifica las posiciones más progresistas dentro de la Iglesia católica, frente a las ultraconservadoras que encarna Cipriani. El solo hecho de haber sido miembro de la Comisión de la Verdad debe haber causado que Cipriani salte hasta el techo y se haya tenido que comer un buen sapo hasta el día de hoy. Últimamente también le debe haber molestado mucho que Gastón declare que frente a Conga no debe primar una política de hechos consumados y de imposición, sino una basada en el diálogo, la inclusión y el respeto de todos los derechos.
Gastón tiene, además, una visión mucho más moderna y plural sobre las posiciones de la Iglesia católica en todos los campos. Su opción siempre ha sido –algo que ha obviado el cardenal– ir avanzando, pero sin violentar las convicciones y los procedimientos de la Iglesia.
La tercera premisa también es cierta. Cipriani ha cometido esta barbaridad porque se sabe fuerte, tanto en la Iglesia como en el país. Es la más alta autoridad de la Iglesia peruana. Ha logrado mantenerse en el poder durante muchos años por esa capacidad que tiene de estar en el entorno palaciego, sin importar de quién se trate. Ha utilizado las buenas relaciones del Opus Dei con el Vaticano para tener una muy buena llegada en la alta jerarquía de la Iglesia. Muchos de sus íntimos amigos son importantísimos empresarios, miembros de las Fuerzas Armadas, autoridades, políticos y demás personas que están en la cúspide del poder. En su plan para la toma de la PUCP no le va nada mal, por lo menos hasta ahora. Ha ido articulando en su línea a varios medios de comunicación: púlpito, programa de radio, constantes entrevistas y declaraciones en un conjunto de medios incondicionales.
Debe haber evaluado así que no hay mejor momento para dar la estocada a ese sector de la Iglesia que sigue siendo un obstáculo en sus planes. Pero hasta al mejor cazador se le escapa la paloma. Hay otras tres premisas que no ha tomado en cuenta, obnubilado, seguramente por sus últimas conquistas. Primera, Gastón no es cualquiera. Segunda, podría generar una reacción de indignación por ese nuevo acto de prepotencia. Tercera, la reacción dentro de la propia Iglesia.
Sobre lo primero, tal vez Cipriani ha desestimado lo que representa Gastón. Se trata de un sacerdote muy querido y respetado en todos los sectores de la Iglesia católica y de las otras iglesias. Al haber sido miembro de la CVR, tiene mucha relación con víctimas civiles, militares y policías, y con innumerables sectores políticos, sociales y económicos a nivel nacional, regional y local. Él viene trabajando desde hace décadas en el colegio La Recoleta, por lo que goza de las simpatías de miles de alumnos, profesores, padres de familia o exalumnos que ahora están en el Estado, la sociedad civil, organismos internacionales, o que son artistas, escritores y periodistas.
Ha trabajado muchos años en el sur andino, por lo que allí también ha generado una amplia red de instituciones, personas y organizaciones sociales que valoran su trabajo. En la Universidad Católica le ha dictado a miles de alumnos cursos de teología y desde allí se ha vinculado a muchos sectores empresariales a partir de su trabajo de responsabilidad social. Tiene contactos importantes a nivel de embajadas y comunidad internacional.
Lo hecho contra Gastón, de acuerdo al ordenamiento jurídico nacional e internacional, constituye un atentado contra la libertad de expresión y el respeto por la defensa de los derechos humanos. Se podría intentar activar una serie de mecanismos de protección, más allá de los dispositivos eclesiales que el arzobispo pueda invocar.
Lo segundo podría ser la otra cara de la moneda. Cipriani puede haber sobrevalorado su poder. Los hechos que siguen pueden terminar demostrándole que no fue inteligente hacer este papelón sectario justo cuando quiere convencer de que con la toma de la PUCP no cambiará su carácter plural y académico.
Y, por último, la propia Iglesia podría llegar a la conclusión de que Cipriani, lejos de sumarle, le resta, y ninguna iglesia puede darse ese lujo en estos tiempos. Si este nuevo abuso pasa, a Cipriani no lo para nadie. Pero si hay la reacción crítica que corresponde, este podría ser su Waterloo.
Por Ernesto de la Jara