En el Perú, se dice, no hay semana tranquila, pero considero que la pasada ha sido especialmente trágica en términos de pensarnos como proyecto país. Una niña ha muerto en medio supuestamente de un fuego cruzado entre efectivos de las fuerzas del orden y los grupos narcoterroristas del VRAEM, y hemos debido escuchar que se trata de un “daño colateral”; un accidente se ha producido en un barrio exclusivo de Lima y hemos debido escuchar: ¡Me llega al pincho tu vida, cholo de mierda!”.

Qué duda cabe la vida de todas y todos los peruanos no tiene igual valía para el Estado nipara nuestros con ciudadanos, algunos alcanzan la categoría de sujetos, otros pueden llegar a víctimas y con un poco más de esfuerzo adaño colateral. ¿Qué estamos haciendo mal o no tan bien? De seguro varias cosas pero, una de ellas pienso, es que no debemos reducir la cohesión social y la igualdad a la pura inclusión del paquete de programas sociales, esto último es solo caridad en lo económico y algo de igualdad redistributiva.

Son nuestras instituciones socializadoras como las familias y la educación las que debieran enseñarnos las reglas pertinentes en la dinámica social. Estos espacios, en tanto contribuyen a la cohesión social partiendo del conocimiento y del reconocimiento entre todos nosotros, no deben quedar librados a la esfera privada, es decir, que es deber del Estado que en estos espacios socializadores podamos aprender a qué tenemos derecho como sujetos, cómo ha de ser el trato entre sujetos y a qué debemos comprometernos con los demás miembros de la sociedad.

No es casual que este sea uno de los graves problemas que el movimiento estudiantil chileno, país donde el acceso a la educación es universal y muestra los mejores indicadores de calidad en la región; busca revertir: “El hecho de que tengamos escuelas para rubiecitos, para castañitos, para morenitos, para mechas de clavos, ha generado una sociedad con un nivel de cohesión bajísimo. La pregunta es si podemos tener cohesión social en un país donde los niños desde chicos no se conocen, ni se van a conocer por el resto de su vida, salvo cuando un rubiecito contrate una nana. Cada escuela de Chile es un mini gueto de un determinado estrato social…”[1].

Y como una cosa lleva a la otra, terminé recordando mi primer año de abogada en el que llevaba varios asuntos de un abogado cincuentón funcionario del MEF. Lo cierto es que cada vez que debía ir a una institución a gestionar algo, él decía “ahhh, pero no te preocupes ahí está fulanito de tal que es mi compañero del colegio”; y, yo pensaba “qué bueno tener a tus amigos en todos lados”. Con el tiempo comprendí que este era el ejemplo más palpable de una escuela que no cohesiona socialmente y que desde pequeños nos va diciendo que las élites que van a dirigir el país van a tales o cuales escuelas.

Por consiguiente, la ministra de la mujer, en vez de andar dizque rescatando niños y mujeres del VRAEM, debiera ocuparse junto con los demás miembros del gabinete en generar en nuestra sociedad una cultura más igualitariay menos discriminatoria.

Una sociedad igualitaria no es solo la “chamba” del Ministerio de la Inclusión

Por: Ma. Jennie Dador Tozzini
Tomado de lamula.pe