La gran noticia de ayer, 18 de Noviembre, de hoy –y seguro seguirá- ha sido la encuesta de opinión que inspiró titulares no solo en El Comercio (¡hay que sacarle rentabilidad a la inversión!) sino en muchos otros medios de prensa escrita, radial y televisiva (para no entrar en las redes sociales…). Pareciera que lo más importante no es lo que sucede en el país, sino lo que opinan las personas anónimas inducidas, es obvio, por las preguntas bien pensadas en el momento “oportuno” y de manera bien programada en una encuesta.

Le tocó el turno ahora a la señora alcaldesa, Susana Villarán, pues aunque la encuesta tiene muchos otros temas y objetivos, éste era el principal, a juzgar por la importancia dada a él en muchos medios. Nos hemos enterado hasta la saciedad de los resultados que abonan el terreno para la revocatoria: “El pueblo quiere y pide la salida de la alcaldesa, por lo tanto vox populi, vox Dei”, sería la conclusión y el mensaje entre líneas, en gran parte de los programas y comentarios.

No importa que muchas personas de peso se hayan pronunciado en contra (incluidas personas nada afines a S. Villarán, como L. Bedoya Reyes, Lourdes Flores N., Alejandro Toledo…); no importa que muchos columnistas y líderes de opinión hayan manifestado el error grave de no permitir concluir un mandato si no hay delitos por medio, de paralizar la ciudad, de generar caos y desgobierno; no importa el enorme gasto inútil que supone todo el proceso (y que lo pagamos todos y se deducirá de rubros necesarios); no importa que se hayan descubierto y probado hasta la saciedad las mañas turbias en todo el proceso, las intenciones torcidas, los fraudes y manipulación en el recojo de las firmas, la poco imparcial -por decir lo menos- actitud del Jurado Nacional de Elecciones (como lo ha mostrado la ONPE). No importa nada. Mejor dicho, solo importa una cosa: un sector de nuestro país y nuestra ciudad no logró impedir que fuera elegida y, al serlo, en nombre de la democracia, con las armas de la democracia, ha decidido cargársela, sacarla de en medio por la osadía de atreverse a entrar en “propiedad privada de ellos”.

Y hay que llamar a las cosas por su nombre: tenemos en Perú un sector de la derecha (económica, política, mediática, religiosa) totalmente intolerante; se cree dueña de la verdad y, con mucho dinero en las manos, con el derecho a utilizar todas las leyes y leguleyadas para conseguir sus objetivos. En el caso que nos ocupa, con una propaganda descarada y permanente están logrando, una vez más, poner a los más pobres (los sectores D y E) al servicio de sus turbios intereses.

Se ríen a carcajadas porque los más pobres culpan a la alcaldesa de la violencia desatada en La Parada aunque opinen que los hampones y matones fueron comprados y pagados (¿acaso los compró la alcaldesa?), de los problemas de seguridad en la ciudad (¿no saben ellos que la mayor responsabilidad es del gobierno central y no de la municipalidad?). Se ríen porque los pobres defienden un transporte en condiciones infrahumanas: lento, peligroso, inseguro, hacinado… (¡ellos tienen muy buenos carros, no viajan en combi!). Se ríen, a carcajadas, porque son los pobres los que van a poyar masivamente su proyecto mafioso de la revocatoria, iniciado al día siguiente de salir elegida Susana Villarán. Se ríen porque su poder y su dinero logra esos milagros.

Y lo están haciendo “democráticamente”, con las leyes en la mano, con toda la “libertad de prensa y opinión” posibles. Lícito preguntarnos: ¿qué democracia es ésta que da como resultado que los pobres, la mayoría, piensen contra ellos, opinen contra ellos, voten contra ellos? Por supuesto, los responsables principales se esconden (ya se les ha desenmascarado pero niegan en todos los idiomas) Tan sólo ponen la cara comunicadores de prensa, radio y televisión que son “la voz de su amo” y personajes secundarios que tal vez con ello “se ganen alguito” en momentos en que la plata no sobra. Los otros, los verdaderos responsables, la por muchos conocida como DBA, se esconde y se ríe. Claro, perdemos todos –menos ellos-, pierde la ciudad y pierde el país, condenados a la informalidad y la corrupción. Tal vez en unos meses volveremos a escuchar, en boca de los pobres, la consabida frase: “Roba, sí, pero hace obras”. ¿Seremos capaces de impedirlo? ¡NO a esta revocatoria! Por injusta e inmoral.

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