De acuerdo con UNICEF, se estima que en la actualidad existen aproximadamente 300 mil niños soldados. Por lo tanto, no es extraño, ni nuevo, ni ajeno que los niños sean utilizados como soldados. Tampoco es exclusivo de África ni de Asia. En Colombia, en Perú y en varios puntos de América Central los niños fueron- y son- utilizados como soldados para luchar una guerra que nunca comprendieron, ni comprenden.

Sendero Luminoso en Perú, las FARC en Colombia, los Talibanes en Afganistán, la Shebab en Somalía y distintos grupos criminales, secuestraron (y secuestran) niños y los pusieron (y ponen) a su servicio para pelear en distintos conflictos.

Ese “servicio” no sólo es luchar. Son forzados a alistarse, a permanecer, a cumplir órdenes (las que sean) y en muchos casos- especialmente si son niñas- a actuar como esclavas sexuales del batallón o de quien mande el superior. Quien escapa, es asesinado. Quien incumple, castigado o torturado. Estos son algunos de los rasgos “en común” que unen a los niños soldados de América Latina con los de África. Así de crudo como suena- o mejor dicho- como se lee.

Todo esto sucede, en este mismo momento, a algunos kilómetros, unos más cerca que otros. Nos cuesta enfrentarlo. No es raro hablar con otros latinoamericanos que desconocen este crimen, creyendo que sólo sucede en las guerras civiles en África.

Sí: sucede allá también. Pero acá y en casi todos los casos, pasan desapercibidos. Los Estados hacen oídos sordos a los pedidos de la ONU, de las ONGs y generalmente no tienen políticas de reintegración a la sociedad a los ex niños soldados, que dejaron atrás sus juegos para convertirse doblemente en víctimas y en victimarios.

El reclutamiento de niños es un delito internacional, un crimen de guerra y fue abordado por la Corte Penal Internacional (CPI). En su primer caso, el señor de la guerra congolés Thomas LubangaDyilo fue condenado a purgar una pena de 14 años por alistar y reclutar a niños menores de 15 años en sus milicias. Por desgracia, los jueces no admitieron las acusaciones sobre la explotación sexual a la que fueron sometidas, especial pero no exclusivamente, las niñas soldado.

Con este antecedente, la justicia internacional “plantó bandera”: se juzga a nivel local o la CPI está en condiciones de actuar. Sin embargo, se calcula que en los 30 conflictos armados actuales en cuatro continentes, en ningún caso han sido llevados a juicio quienes reclutan niños.

“Máquinas de matar”

“Tras su secuestro, el niño soldado es sometido a un proceso de manipulación psicológica a través del cual se le convence para obedecer órdenes ciegamente. A lo largo de este tratamiento, los niños se ven sometidos a una enorme presión que suelen reducir mediante el uso de todo tipo de drogas, desde el consumo de analgésicos hasta la inhalación de productos químicos”-, según declaró hace algún tiempo el director para África y Cercano Oriente de Witness, BukeniWaruzi. Los niños pierden la noción del tiempo, del peligro y del valor de la vida.

En el caso del Perú me preocupa, particularmente, la falta de políticas públicas que resguarde y prevenga a los niños de ser reclutados, ni que rehabilite a los ya recuperados.

Tal como me explicó el experto Salvador Herencia Carrasco, “siendo el Perú parte de la Convención de los Derechos del Niño y del Protocolo Facultativo que prohíbe el reclutamiento de menores de 18 años, no existe una política pública sobre la materia, a pesar que el uso de niños por parte de Sendero Luminoso es y ha sido una práctica constante. En este caso, el Estado debe adoptar dos medidas concretas: I) tipificar en el Código Penal el reclutamiento del niño, niña y adolescente por parte de grupos armados por ser un crimen internacional; II) adoptar programas de desarme, desmovilización y reinserción de los niños, especialmente los que están en la zona del VRAEM”.

El caso colombiano es también llamativo: hace apenas unos días fue publicado un informe que reporta que 18.000 niños están participando en estos momentos activamente del conflicto interno de ese país, ya sea como parte de grupos armados ilegales o de organizaciones criminales. Más de la mitad de los menores de edad antes de ser “admitidos” llevaron a cabo algún tipo de función o tarea para el grupo.

El informe, llamado “Como corderos entre lobos”- que dio a conocer la periodista Natalia Springer- denuncia que el reclutamiento de menores es un fenómeno que ha crecido en progresión geométrica en los últimos 4 años, hasta convertirse, junto con el desplazamiento forzado, en uno de los indicadores más preocupantes de la evolución del conflicto, con el carácter epidémico de una emergencia humanitaria”.

Tal como declaró en su momento el ex Fiscal de la CPI, el argentino Luis Moreno Ocampo “convertir a niños en asesinos es un acto que pone en peligro el futuro de la Humanidad” y nosotros, como sociedad civil, como comunicadores, no podemos hacer oídos sordos.

Mariana Rodríguez Pareja es la Directora del Área de Derechos Humanos de Asuntos del Sur (ADS) @maritaerrepe.
Tomado de lamula.pe