Las encuestas venezolanas no solo evidencian la polarización entre el presidente Hugo Chávez y Henrique Capriles, sino que además los ciudadanos coinciden en que el peor problema del país es la inseguridad.

Según el Observatorio Venezolano de la Violencia, el año pasado se registraron 19.336 homicidios en el país, lo que indica uno cada media hora. Sin embargo, el gobierno de Venezuela no ha publicado estadísticas desde el 2009, año en el que se calculó que por cada 100 mil habitantes morían 45 personas a causa de la violencia.

Así lo informó El País:

“En Venezuela el hampa está ganando 10 a 0, miamor. Aquí nos están matando”, dice el sargento Terán, también motorizado de la Policía de Sucre, encargado de patrullar hasta la medianoche las calles siempre en ascenso del barrio de ladrillo rojo que es Petare. Este cuerpo municipal está integrado por 1.100 policías que cubren un área de más de un millón de habitantes. La mayoría de los agentes vive allí. Terán tiene dos hijos, y cuenta que hace unas noches le ocurrió esto: “Me apuntaron seis carajos [hombres] en la puerta de mi casa. Tuve que decirles: ‘Muchachos, soy yo’, porque no me reconocían”. Eran los pandilleros del barrio, vecinos de toda la vida. “A todos nos pasa lo mismo, todos los días. No queda otra que convivir con el malandro. Uno ve las marramucias[trampas] que hacen y se queda callado. Si uno denuncia, le matan la familia”.

El comisario José Salcedo dirige el patrullaje en el municipio y toma algunas previsiones: no envía a sus oficiales a vigilar la misma zona donde viven y ordena los recorridos en grupos, para que nunca estén solos o en pareja. Cada uno lleva al cinto el arma que la ley le permite portar a un municipal —un revólver o una pistola .38— y bajo la camisa del uniforme, el pecho y la espalda cubiertos por un chaleco antibalas liviano, nivel A3. Los atacan con revólveres, pistolas, fusiles livianos de asalto y hasta granadas, que alguna vez pertenecieron al ejército venezolano. “Yo les recomiendo a mis compañeros que cuando terminen su guardia, no se vayan uniformados a casa. Si ven que estás solo y eres policía, te van a perseguir para quitarte el arma”, dice Salcedo.

La mayoría de las capturas que practica Polisucre ocurren en el mismo momento en que el delincuente está cometiendo un crimen. Manuel Furelos, el director de la policía municipal, explica que solo en el 21% de los casos los sospechosos quedan realmente detenidos. “El otro 79% sale a la calle. Esto es como decirle al delincuente: el riesgo de que te agarren y vayas preso es de un 20%. Con tantas posibilidades de salir ilesos, hacen fiesta”, dice Furelos. La estadística nacional indica que solo dos de cada 10 crímenes cometidos en Venezuela son investigados y juzgados, y de ellos solo uno acaba en una sentencia firme de los tribunales.

Por su trabajo, cada policía municipal gana hasta dos salarios mínimos al mes. Según el presidente Chávez el salario mínimo de Venezuela es uno de los más altos de América Latina y equivale a 413 dólares (318 euros), al tipo de cambio oficial de 4,3 bolívares por dólar. Pero al cambio del mercado negro de divisas, que triplica el valor del oficial (13,15 bolívares por dólar este domingo) y cuya cotización está prohibido mencionar en los medios venezolanos, no llega a 140 dólares (107 euros). Esto se debe a que desde 2003 opera un férreo control cambiario en el país que solo da derecho a los venezolanos a comprar 400 dólares en efectivo (unos 308 euros) y a gastar 2.500 dólares (1.926 euros) en compras en el exterior con tarjeta de crédito al año; pocos tienen acceso a las divisas preferenciales y el mercado paralelo es que el que le pone precio a todos los productos. “Te imaginarás que con ese sueldo no pago ni el alquiler”, dice el sargento Terán. En sus ratos libres trabaja de escolta privado para reunir algún dinero extra.

Con uniforme o sin él, el conteo de víctimas en Caracas no se detiene y es más vertiginoso durante los fines de semana. Este viernes llegaron a la morgue de Bello Monte, la principal de la ciudad, cuatro cadáveres tiroteados. En la madrugada del sábado, ingresaron otros 11. Uno de los cuerpos era el de Jhanison Eduardo Peña, un chico de 24 años que vivía en Maca, el mismo barrio del sargento Terán. Era el mayor de tres hermanos y trabajaba como obrero en un supermercado. Estaba cerca de casa, con unos amigos, cuando le dispararon en el pecho y en la cabeza para robarle los zapatos, la camisa y los 200 bolívares (15 dólares) que llevaba encima. Su tío, Juan Farías, dice que cuando lo llevaron al hospital más cercano ya no respiraba.

Tomado de lamula.pe