¿Hay alguien montando psicosociales del gobierno?

La muerte de una niña de ocho años es una tragedia que va a generar una grave crisis política cuyos resultados aún están por verse.

Más allá de la explicación ofrecida ayer por los ministros de Defensa e Interior, el país tiene hoy el derecho de sentir profunda indignación por los hechos ocurridos en el poblado de Ranrapata, Santo Domingo de Acobamba, Huancayo, Junín.

Hoy existe la sospecha legítima de que, en el mejor de los casos, el gobierno tuvo un grave error para comunicar al país esta desgracia; y de que, en el peor, se ocultaron los hechos hasta que le fue imposible hacerlo porque los reveló la familia.

En cualquier caso, es evidente que estamos ante un gobierno que arma, con efectismo e impericia, noticias con un fin psicosocial para mejorar su popularidad o para salir de un apuro político.

Debido a la muerte de la niña Zoraida Caso Gaspar, de ocho años, la ceremonia realizada el domingo en el Grupo 8, con la participación de la primera dama Nadine Heredia y de la ministra de la Mujer Ana Jara, se ha convertido en un bumerán contra el gobierno con varias consecuencias que, para empezar, y entre otras, incluyen a las siguientes.

Primero, un desprestigio del gobierno del presidente Ollanta Humala, el cual sigue manteniendo invicta su capacidad de crearse crisis políticas por su impericia y su adicción a las encuestas de opinión pública.
Hoy la gente tiene la sospecha de que, por ese motivo, el gobierno crea situaciones de finalidad psicosocial orientadas a mejorar la popularidad presidencial. Quizá esta marca lo persiga en los cuatro años que aún le quedan pues no es la primera vez que ocurre algo parecido.

El desprestigio y pérdida de confianza es obvio pues el gobierno trajo a Lima a niños y a su madre sin un nexo con Sendero Luminoso.

Segundo, la primera dama queda políticamente dañada pues el domingo protagonizó un hecho que hoy la mayoría de peruanos interpretará como simulado. Será difícil que la gente disipe la sospecha de que ella estuvo al margen.

Asimismo, esta tragedia constituye un motivo más para hacer notar el problema de una primera dama que toma decisiones pero no asume responsabilidades.

Tercero, la tragedia de Ranrapata ha resquebrajado al gabinete, con ministros enfrentados por la responsabilidad por la tragedia.

La desconfianza entre ellos ha aparecido y la pregunta que aún no ha sido respondida es ¿quién monta estos psicosociales en el gobierno?

Basta ya de un gobierno adicto a las encuestas, obsesionado por el anuncio efectista que usa hasta niños. Y ojalá que esta tragedia le sirva para empezar a gobernar pensando en el lustro en vez de la quincena.