El 5 de abril de 1992 fue una vergüenza para nuestra sociedad que lo aprobó en un porcentaje altísimo porque pedía a gritos mano dura. Y tuvimos esa mano dura, solo que también fue una mano larga: esa fecha inicia la consolidación del latrocinio sistemático del Estado con cuentas en Islas Caimán u otros paraísos fiscales que aún no son repatriadas; de la delincuencia en las más altas esferas de las Fuerzas Armadas; de la genuflexión de los generales y los coroneles ante Vladimiro Montesinos; de la venta al peso de las conciencias de los dueños de los medios de comunicación y sus lacayos, los periodistas que se agacharon no por un plato de lentejas, sino por su camioneta 4×4; de la imbecilización del pueblo a través de una televisión bruta y funcional al autoritarismo del autócrata. Habría que recordar con arcadas esta desmesura inmoral. Sin embargo, algunos pretenden justificarla y encima la aprueban. ¡Deberíamos arrancharnos, más bien, la piel de vergüenza por ese porcentaje que sigue pensando en un caudillo como libertador y salvador!
A partir del 5 de abril, e incluso mucho antes, se consolidó la organización de todo un sistema desde el Estado para matar gente sospechosa de terrorismo, y no sospechosa. Si bien es cierto que los presidentes anteriores, Belaunde y García, se lavaron las manos y dejaron en las de los militares la represión del terrorismo en Ayacucho y Huancavelica permitiendo que se masacrara a mucha gente y se violara sexualmente a muchas mujeres, Fujimori consolidó todo esto, con la presencia de Nicolás de Bari Hermoza, hoy en la cárcel, como presidente del Comando Conjunto. A su vez, Fujimori no tuvo la dignidad de reorganizar el tejido social, todo lo contrario, lo cooptó a través de un asistencialismo denigrante que no consideró jamás el tema de la inclusión sino solo el de la conmiseración, y mantuvo una televisión que además logró difundir en la opinión pública la invención del tele-pobre, es decir, de ese pobre sin ética y amoral que además era funcional a ese mismo asistencialismo negando cualquier actitud crítica. Fujimori desbarató lo poco que quedaba del movimiento popular, y como bien ha sostenido Víctor Vich, logró perfeccionar el capitalismo insensible camuflándolo como emprendedurismo. El “chorreo” y el “perro del hortelano” son sus hijos bastardos.
El 5 de abril fue inmoral a todo nivel, fue el principio de la cochinada, y justificarlo, en retroceso, es ser verdaderamente necio o ignorante o querer taparse los ojos. O tener el cinismo de Keiko Fujimori –qué le queda a la hija “loser” del autócrata– para decir que “después de esa medida excepcional, se creó un Estado moderno con crecimiento, estabilidad y paz”. ¿Entonces por qué tu papá está en la cárcel?, ¿acaso van a alegar, como Abimael Guzmán, que todo esto no es sino revanchismo político? El pueblo se amodorra, pero no se duerme, señores y señora.
La democracia es difícil, es tensa, hay que pelearla, gasta y desgasta, da cólera; pero es la forma de actuar con dignidad. Lo más fácil es pedirle a un caudillo que venga a solucionar nuestros problemas y darle todo el poder lamiéndole los zapatos. Yo no me agacho, menos para amarrarle los cordones de las botas a nadie. ¿O ya olvidamos esa estrofa del himno nacional que reclama levantar la humillada cerviz?
Por Rocio Silva Santisteban
Tomado de kolumnaokupa.lamula.pe