La noticia congeló la saliva y la sangre de millones de peruanos y peruanas y saltó las fronteras para inundar el mundo: «Sendero Luminoso ha asesinado en Lima a la lideresa Mª Elena Moyano». Hoy se cumplen 20 años de aquel fatídico 15 de Febrero de 1992. Yo la sufrí, del otro lado del atlántico, en Madrid, sin atreverme a creerlo: el terror había impuesto su ley a sangre fría asesinando a uno de los símbolos más claros de la dignidad de la mujer peruana, Maria Elena Moyano, “Malena”, “Madre Coraje”…
Uno de los dos principales periódicos en el país, La República, dedica el Editorial a recordar el suceso y a realzar el significado de esa figura de M.E. Moyano que se agiganta con el tiempo. Y ahí recoge, también la expresión de quien fuera primer alcalde del municipio de Villa el Salvador, Michel Azcueta (Mª Elena fue, con él, Teniente Alcaldesa): “La heroína peruana del siglo XX”. También él sufrió un atentado que, por muy poco, no le costó la vida, a manos de los mismos autores.
Con frecuencia los símbolos son mucho más importantes que las palabras y la historia de Mª Elena nos da la razón: las huestes de Sendero Luminoso, muy dadas a la simbología para un pueblo no muy letrado, no se conformaron con dispararla a quemarropa sino que la dinamitaron para que no quedara de ella ni rastros ni huella. Se equivocaron. Y para símbolo, el titular de entonces de La República (recordado, una vez más, hoy): No podrán matarla.
Y no pudieron matarla. Su recuerdo perdura como ejemplo de mujer alegre, solidaria, valiente y entregada hasta el final. Los cobardes senderistas no pudieron soportar el verla encabezar con decisión y coraje, la Marcha por la Paz contra el “paro armado” decretado dictatorialmente por ellos. La asesinaron y la dinamitaron, en vano intento por borrar su memoria. Y no pudieron… “Maria Elena Moyano vive en el corazón de su pueblo, que la recuerda con determinación y afecto, y cuenta con ella, agradeciéndole su entrega y valor indoblegables” (La República 14/02/12).
Como ella, como Pascuala Rosado, miles y miles de campesinos andinos, asesinados vilmente por unos y por otros, esperan ver pronto surgir el “Lugar de la Memoria”, ese lugar simbólico donde las nuevas generaciones conozcan la historia real, con sus más oscuras sombras también, “para que no se repita”.
Siguiendo apelando a los símbolos, no deja de serlo el hecho de coincidir casi la fecha con la captura, vivo, del senderista “Artemio” y no haber sido rematado ni menos dinamitado (como tampoco lo fue Abimael Guzmán). Doble símbolo: juicio y cárcel segura para largo, a quienes bailaron “Zorba el Griego” celebrando la muerte de los inocentes, pero respeto por su vida porque ésta –la de todas las personas- es sagrada.
Si algo queda en la memoria de quienes conocieron a María Elena Moyano es que su recuerdo es el mejor canto a la vida, esa vida digna que queremos para todos y todas, sin distinción. Así lo reafirmarán este 15 de febrero, a las 3 de la tarde, el municipio de Villa el Salvador y muchos vecinos y vecinas, ante el monumento a Mª Elena en la Av. Mariátegui. El eco del coro de una cantata popular de aquellos años seguirá resonando en los arenales por los que caminó Mª Elena: “Han dado la vida por su pueblo y están en medio de nosotros”. Así lo dice también nuestra fe cristiana.
*José María Rojo G., es sacerdote diocesano y comunicador. Asesor de la Asociación Peruana de Comunicadores «Mons. Luciano Mtzinger» (APC)